domingo, 15 de febrero de 2009

GOA II

22 DE FEBRERO. REENCUENTRO CON LA NATURALEZA.

11:00 de la mañana. Estoy en el restaurante de al lado de nuestra cabañita, muy zen. Terrazilla muy guay en plena playa con vistas al mar, con musiquilla de Bob Marley y tras haberme zampado un sabroso desayuno. El día ha empezado muy bien y no pinta nada mal porque tengo intenciones de estar tirada al sol leyendo y escribiendo.

¡Buaaaaaaaaaa!!!! ¡Qué pasada!!! ¡Acabo de ponerme a mirar el mar y he visto un montón de delfines!! ¡Alguno incluso ha hecho varias piruetas!!!

No se ni que hora es. Supongo que alrededor de las 2 o las 3. Tras un bañito en la playita me he ido en plan exploradora a hacer una excursión a la playa de al lado. Por un senderillo a través del monte he ido disfrutando de la costa y sus contrastes. Colorido espectacular de azules, verdes y marrones rojizos y el negro de las rocas. El mar, el cielo, la vegetación y la tierra me han permitido dar un paseo de lo más agradable en armonía con la naturaleza. He disfrutado como una enana alucinando a cada minuto con una nueva perspectiva y paisajes cada cual más bonito.

He de decir que he pasado un poco de miedete en algunos ratillos porque no había ni chus y estaba medio en bolas (bueno en bikini). Pero para ser la India, donde las mujeres no pueden enseñar los hombros y deben ir tapadas hasta los tobillos es medio en bolas.

Jo, la excursioncilla esta realmente ha merecido la pena. Al divisar en lo alto del acantilado la larga y bonita playa de arena blanca llena de palmeras me han venido muchos recuerdos a la cabeza. La playa del Hermitage de la Reunión, el paseíllo a playa Grande en Taganga…

Total que me he seguid bajando y me he dado un largo paseo por la kilométrica playa de aspecto más salvaje, alternando bañitos y disfrutando del sol y de la naturaleza.

He llegado hasta el final que me ha encantado: al fondo se divisaba una casita colonial (herencia de los portugueses que colonizaron la zona unos siglos atrás), y en uno de los acantilados se erguía un bonito hotel de color ocre de estilo portugués. Pero lo mejor ha sido poder disfrutar viendo a un par de pescadores con sus redes y sus métodos rústicos pero eficaces. Me ha encantado verles en acción: se metían al agua sigilosamente red en mano y cuando creían oportuno, lanzaban la red y la dejaban caer. Tras unos segundos tiraban de una cuerda, plegaban la red y salían con un buen “saco” de peces saltarines a la espalda. Los pececillos plateados creaban un efecto mágico en los primeros segundos de su captura: en la superficie muy brillante por los rayos de sol parecían mariposas plateadas aleteando sus alas en una jaula.

Tras un rato, me iba a dar media vuelta por donde había venido, cuando he pensado: “ei, mira qué hay por ahí arriba” (al otro lado de la arena, porque al ir yo por la playa no podía ver nada ya que quedaba cubierto por el montículo de arena). Así que he subido unos metros con la agradable sorpresa de encontrarme un paisaje precioso al ver un delta con sus diminutos barquitos de pescadores que hacían del lugar un paisaje de postal.

Una zona muy rural, nada turística y muy muy tranquila. Me ha encantado. Me he dado cuenta de que aunque probablemente siempre están ahí, hay un montón de detalles que me suelo perder al pasear por la playa. Hoy me he dado cuenta que en general “no abro los ojos lo suficiente” o que tengo que mirar las cosas de otra manera. Realmente he disfrutado con cosas tan simples como el sonido de las olas al romper en la arena, los cangrejillos que empiezan a correr de una manera muy graciosa y se meten a toda leche “en su guarida”, los pescadores en plena faena pescando con sus rústicas redes, de unos peces voladores que han pasando brincando a unos cuantos metros y como no, los delfines saliendo y entrando del agua, haciendo piruetas de vez en cuando. Para rematar, al observar las conchas en la arena, me he encontrado unos mejillones verdes de un color muy chulo, muy intenso.

Y al llegar al punto de partida, otro chapuzón y aquí me he puesto a la sombra de una roca gigante a escribir en este diario que tanto me gusta, todas estas vivencias tan simples pero tan especiales de las últimas horas.

La vuelta ha sigo una gozada también. He vuelto a disfrutar del colorido y la naturaleza. Además, he visto tres águilas volando apaciblemente muy cerca y me ha maravillado su majestuosidad. Su intenso color ámbar con el borde de las alas de un color marrón más oscuro. Era increíble la paz que transmitían planeando como si estuvieran suspendidas en el aire.



Más fotos: http://cid-225e4973f128a7f7.skydrive.live.com/browse.aspx/INDIA%202009/3%20GOA

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